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Prólogo

 

Estábamos 16 periodistas en algún lugar de la Región de Los Ríos. De seguro, atiborrados de asuntos laborales
y compromisos.

Carla Iglesias Fernández, Carolina Erber Soto, Felipe Nesbet Montecinos, Juan Yilorm Martínez, Cinthia Soto Arancibia, Daniela Rosas Fernández, Lorenzo Palma Morales, Rodrigo Obreque Echeverría, Carolina Jaramillo Jélvez, Pablo Santiesteban Soto, Roberto Cadagán Delgado, Verónica Ruiz Paredes, Marcelo Patroni Prado, Claudia Latorre Zepeda, Daniel Elgueta Villarroel, y yo tenemos una vida inquieta y obsesiva, a veces de una creatividad y voluntad incurable y, en otras ocasiones, con desvíos laborales incompresibles. Así somos.

La mayoría de los nombrados, y me incluyo, tal vez sin habérnoslo propuesto, sumamos fuerzas y nos integramos a un proyecto colectivo. Quizá pensamos que escribir un par de páginas de crónica narrativa, con prisa y sin tiempo, sería fácil. Pero no fue así.

Por fortuna, la pluma habilidosa de cada uno y cada una encontró un tema, estilo y un afluente para la configuración de un libro, fiel a los principios del Colegio de Periodistas y también al espíritu robustecido de una región que cumplió 16 años.

Un territorio con torrentes históricos, tradiciones y una belleza indisoluble, que ha sufrido dolores y alegrías para erigirse en una región con identidad y una retórica común: el obsequio de un paisaje dotado de agua.

Sin una ruta trazada intencionalmente, cada periodista desembocó palabras en una historia inspirada en lo cotidiano, pertinencia y memoria.

La palabra navega por el agua de los esteros y ríos de
nuestra región.

Avanza entre la melancolía de los alerces que habitan junto a los quejidos de sus antepasados; algunos en La Unión, y otros
en Corral.

En el borde costero lafquenche, se detuvo para escuchar a la última partera, Carlina Rivera, protagonista tantas veces del momento supremo de la vida.

Luego, la inquieta palabra cruzó la bahía y corrió por el sector costero de Pilolcura. Allí, las letras sin miedo a la lluvia, viento y montaña entendieron la pasión de correr en el Torrencial.

En la misma comuna, la cortesía del viento llevó la palabra a Niebla. Conoció a mujeres pescadoras implacables, de un aliento místico y devotas al mar.

Quiso más, y viajó por el río Valdivia hasta llegar al río Cutipay. Se deslumbró con las manos del hombre artesano. Unió maderas y entendió la arquitectura de una embarcación.

La cadencia del río la llevó hasta Punucapa. La generosidad de los árboles en la zona de Tralcao y la mirada capaz de encontrar la grandeza en la Sidra, convirtió a estos lugares en un
paisaje literario.

La llovizna de agosto interpuso en su camino a la ciudad, Valdivia. Fluyó por las corrientes subterráneas del Catrico hasta llegar al humedal Angachilla, patrimonio natural colmado de pájaros y totoras danzantes, pero también con un
destino nebuloso.

 

En Las Animas conoció la leyenda de José Miguel Carrera con la rebelión de los pobres. Más tarde, la palabra bajó a lo profundo y sintió el frio de las tumbas. Comprendió la belleza del llanto efímero y la soledad de los muertos en el cementerio.

Muy cerca, conoció a Pablo y Corina en la población Pablo Neruda y Yáñez Zavala. En aquel lugar, la solidaridad existe
sin planes.

A unos pasos, la palabra se confundió. No sabía si se encontraba en la ciudad o en el campo. Las vacas y caballos aún deambulan en el barrio El Bosque sobreviviendo al cemento.

El tiempo siguió su curso, y la palabra buscó un descanso en el Sanatorio Santa Elisa en Mariquina. La sanación dio espacio a la memoria y retrocedió en el tiempo para llegar a Neltume. El agua no olvida 50 años.

El viento puelche estremeció la palabra y recobró su origen en Lanco. Se desliza entre las voces de la escuela rural Rucaklen, donde el mapudungun y tradiciones resisten al despojo. Escribe en la pizarra esperanza.

La palabra retorna a Valdivia y termina el viaje con un ensayo sobre la historia de la región. Las letras no olvidan Anilebu, el terremoto del año 1960 ni menos el glorioso 2 de octubre
de 2007.

Definitivamente, el libro cede al protagonismo de los testimonios y hechos cotidianos, plausibles y cercanos escritos por 16 periodistas que celebran 16 años de convivencia de nuestra región. Un territorio multifacético, asombroso y un paisaje habitable por las reverberaciones del agua.

Afluentes narrativos, comienza en estas líneas.

Sandra Leiva Poveda
Presidenta Consejo Regional Los Ríos
del Colegio Periodistas de Chile