Seleccionar página

En la ciudad de la lluvia

por | 0 Comentarios

por Rodrigo Obreque Echeverría


Me verás caminar por la ciudad de la lluvia saltando los charcos de las veredas, esquivando el agua que salpican los conductores que van tarde al trabajo y entonando I ́m singing in the rain, como un Don Lockwood valdiviano, mientras sostengo un paraguas azul con la mano derecha y con la izquierda me afirmo de un semáforo para dar un brinco de felicidad.

Me gusta tanto la lluvia que a veces exagero.

El paraguas lo compré en La Fábrica, una tienda ubicada en el centro de Valdivia que en 2027 cumplirá medio siglo. Allí tienen la mayor variedad – cortos, largos, azules, negros, rosados, amarillos, transparentes, con lunares, animal print – y los de mejor calidad. Están exhibidos en un sector cercano a la vitrina y a los calcetines.

En una semana muy lluviosa, La Fábrica vende más de doscientos paraguas.

No llueve el día de septiembre que visito a Josefina Zerené, la administradora de La Fábrica, nieta de sus fundadores, experta en los hábitos de consumo de los habitantes de Valdivia. Me recibe en una oficina del segundo piso de la tienda y me ofrece una botella de agua mineral de vertiente, ligera en gas.

En Valdivia alguien tuvo la genial idea de embotellar el agua de lluvia para venderla, pero eso lo contaré más adelante.

— El paraguas que más vendemos es el modelo más caro. Para el valdiviano, tener un buen paraguas es tan importante como tener un buen par de zapatos y una buena parka. Es una inversión — dice Josefina.

El más solicitado es de la marca chilena Pluvia, cuesta $35.890 y tiene dieciséis varillas flexibles, que lo hacen resistente al viento. No indestructible, pero muchísimo más duradero que un paraguas chino, que cuesta siete veces menos, pero basta una ráfaga para que las varillas se deformen o la tela se desprenda.

A mal tiempo, buen paraguas.

— Es un modelo que puede durar más de diez años. Tenemos clientes que han vuelto a comprarlo después de tener uno durante doce, catorce años, porque se les perdió. Pensándolo bien, no es muy buen negocio –cuenta (y ríe).

Los valdivianos suelen comprar paraguas para uso personal, regalo de cumpleaños y con bastante frecuencia para reponer uno prestado que perdieron o les robaron. Por eso Josefina recomienda no dejarlos en los paragüeros de clínicas, servicios públicos o tiendas, porque desaparecen. Los hurtan o reemplazan por otros de menor calidad.

Josefina Zerené, experta en paraguas, no los usa.

— Los valdivianos estamos acostumbrados a mojarnos, estamos adaptados a la lluvia. No dejamos de hacer asados porque llueve. Y Valdivia es lluvia.

*

Es tan copiosa la lluvia en Valdivia que un refrán popular afirma que esta ciudad sólo tiene solo dos estaciones: el invierno y la de trenes.

No es un refrán muy original. El mismo chiste se cuenta en otras ciudades con climas crudos: Burgos en España, Toluca en México, Bariloche en Argentina.

También se dice de Valdivia que es la ciudad más lluviosa de Chile.

El meteorólogo Álvaro Constanzo de la Dirección Meteorológica de Chile se conecta por Zoom para responder esta pregunta y otras que le envié previamente por correo electrónico.

Constanzo ha preparado una presentación en PowerPoint que, entre otros datos, contiene un cuadro con el Top 5 de las ciudades más lluviosas.

Según ese ranking, elaborado con el promedio de precipitaciones entre 1991 y 2020, Valdivia es líder sin discusión, con 1.722 milímetros anuales. En el segundo lugar queda Puerto Montt, con 1.565 mm, seguida de Osorno (1.236 mm) y Temuco (1.115 mm). En el quinto lugar está Concepción, con 1.023 milímetros.

La estación Pichoy de la Dirección Meteorológica de Chile ha registrado la precipitación en Valdivia desde 1971. Sus datos dan cuenta de que en esta ciudad suele llover alrededor de ciento cincuenta días al año, que el mes más lluvioso históricamente es junio, que el año más lluvioso fue 1993 con 2.361 milímetros y el más seco, el 2021 con 949 mm.

Le pregunto a Constanzo si es posible que existan otros lugares de Chile en los que llueva más que en Valdivia.

— Para hacer un cálculo climatológico, necesitamos estaciones que tengan al menos 30 años de datos. Puede haber lugares donde haya más precipitación, pero hasta el momento no disponemos de registros suficientemente extensos para hacer ese cálculo.

¿Y si en realidad Valdivia no es la ciudad más lluviosa?

*

La sombra danzante de las ramas y hojas del abedul que nos protege del sol se proyecta sobre la pared de la librería Trilce, que la Editorial de la Universidad Austral de Chile está inaugurando hoy con una ceremonia al aire libre.

Es una tarde fresca de principios de diciembre de 2024. Unas setenta personas escuchamos casi hipnotizados al poeta valdiviano Clemente Riedemann, que está sentado y envuelto en una bufanda negra leyendo sus memorias literarias, que Ediciones UACh acaba de publicar bajo el título Rewind. La sombra de las hojas del abedul casi roza el cabello delgado y claro de Riedemann, mientras nos comparte los recuerdos de sus encuentros con el antipoeta Nicanor Parra, y de un viaje con fines educativos que realizaron a la isla de Chiloé en 1975, cuando él tenía veintidós y Parra sesenta y uno.

He llegado hasta aquí para hablar con Riedemann sobre otra historia de Rewind, que se titula En La Última Frontera con Nelson Schwenke. En ella relata cómo ambos compusieron el 12 de marzo de 1980 una de las canciones emblemáticas del dúo Schwenke & Nilo: Lluvias del sur.

Llueve, llueve sobre Valdivia
llueve sobre los bosques
sobre los techos rojos
mojando la madera
de la casa natal

Esta balada triste que narra la omnipresencia de la lluvia en Valdivia – “llueve en Curiñanco mientras la señora María toma mate y cuenta sus alegrías y penas de mar; llueve en Antilhue cuando los lugareños esperan a sus familiares en la estación de trenes; llueve en Angachilla y los niños juegan con barro; llueve los viernes cuando los alemanes van a la feria fluvial a comprar pescado, llueve sobre el río Calle Calle mientras se lleva a los muertos al mar” – se transformó en una especie de himno de la ciudad.

Schwenke & Riedemann la compusieron en plena dictadura, bajo un magnolio en la casa de la madre de este último, en el barrio Collico. “Si íbamos a hacer una canción sobre la lluvia debía estar lloviendo altiro, desde la primera palabra, pues eso daría atmósfera instantánea al tema y nadie en el sur dejaría de reconocerlo en su imaginario”, narra Riedemann en Rewind.

Llueve, llueve y yo aquí en Collico
esperando el día en que el sol
venga a mi puerta a conversar

— Lo que quisimos fue hacer una canción que reivindicara la lluvia, porque en mi juventud siempre se hablaba de que la lluvia estropeaba cosas: el turismo, las actividades al aire libre —cuenta esta tarde, ya finalizada la lectura y la firma de libros.

Actualmente Riedemann tiene setenta y un años. Tenía veintisiete cuando escribió Lluvias del sur.

— Es una canción que narra la historia de Chile de ese momento en pequeñas imágenes, pero también recoge imágenes de nuestras infancias, describiendo el paisaje de la ciudad con ese rumor apacible de la lluvia —agrega.

La lluvia tiene un lugar especial en la vida de Riedemann. Su primer libro se llamó Karra Maw’n, que significa tierra de lluvias en mapudungun.

— Para mí, la lluvia es sagrada. El agua es el origen de la vida. Vivir en esta parte del mundo es vivir en un humedal, donde la lluvia lidera el proceso ecológico de mantener el agua siempre disponible para nuestros animales, plantas y nosotros. La lluvia además ha sido medular en mi imaginario poético.

Llueve, llueve y mi cigarrillo
solo se ha consumido
sin poderlo fumar…

*

Esta noche beberé lluvia de la selva valdiviana.

Con ese plan en mente, después del almuerzo, caminé por el centro de Valdivia, me detuve en el Emporio de la Nonna y compré dos botellas de Mawün Rainwater, una natural y otra ligera en gas, ambas de 375 mililitros.

Más temprano estuve en la planta donde la embotellan. Me reuní allí con José Manuel Alcaíno, gerente de producción y fundador de Mawün, la empresa que antes de que la pandemia lo cambiara todo, exportó el agua de lluvia de Valdivia a China, España, Italia, Estados Unidos, Colombia y Panamá.

Actualmente, Mawün no se exporta, aunque probablemente vuelva al mercado chino durante 2025. En Chile está disponible en Antofagasta, Viña del Mar, Santiago, Concepción, Pucón, Valdivia y Puerto Varas, entre otras ciudades, y en la carta del restorán Boragó, el quinto mejor de Latinoamérica y veintinueve del mundo según “The World’s best restaurant”.

La idea de envasar la lluvia se les ocurrió en 2012 a Alcaíno y su primer socio, Sergio Vásquez. Para saber si tenían un buen producto, decidieron hacer catas a ciegas.

— Hicimos tres o cuatro pruebas con mucha gente. Les dimos a probar Mawün y cinco aguas más que estaban disponibles en el mercado, en vasos, sin mostrar las marcas. Y nos en- contramos con la sorpresa de que todos preferían el agua de lluvia —cuenta Alcaíno.

Ya quiero que sea de noche para tener mi propia cata.

La lluvia es captada a través de techos de policarbonato, se desliza hacia canaletas de acero inoxidable y se almacena en estanques. Antes de llegar a la planta para su embotellado, el agua pasa por cinco filtros que evitan que se cuelen bacterias y micropartículas de las hojas de los árboles o de otros elementos que puedan cambiarle el sabor.

Mawün tiene tres características principales: es un agua natural, pura y liviana. Es ideal para la comida, porque no tiene minerales. No es salada como las aguas minerales.

En invierno y primavera la producción de Mawün Rainwater es de veinte mil botellas mensuales, y llega al doble en la temporada estival. Más de quince mil litros de lluvia valdiviana serán bebidos en enero en todo Chile.

Ahora es octubre, es de noche, ha llegado mi turno. Destapo la botella sin gas que me costó $1.500 y vierto el agua en un vaso de cristal que he lavado y secado cuidadosamente para no contaminar su sabor. Demasiado esmero para un catador de aguas inexperto. Mi opinión es que Mawün es natural, pura y liviana. Repito lo mismo que dijo José Miguel Alcaíno.

Quien sí sabe de aguas es el sommelier Marcelo Pino, autor de la Guía de Aguas, que en sus nueve ediciones ha elegido en dos oportunidades a Mawün como la mejor en la categoría de agua natural. Tal vez compre esta guía para aprender más sobre las características de las aguas envasadas de Chile. Miro su precio en Internet: $17.800. Tal vez no la compre.

Ahora beberé la lluvia gasificada.

*

Los mejores amigos de Liliana Pezoa son la lluvia y los alerces.

Liliana es la administradora de la Reserva Costera Valdiviana, un predio de cincuenta mil hectáreas que fue adquirido para su conservación y restauración en 2003 por The Nature Conservancy y otras organizaciones en una subasta pública, luego del quiebre de la empresa forestal que talaba sus bosques nativos para plantar eucaliptus.

La reserva se ubica en las comunas de Corral y La Unión. Uno de sus principales atractivos es su bosque de alerces milenarios.

El alerce es la segunda especie arbórea más longeva del planeta, un árbol de crecimiento muy lento que capta gases de efecto invernadero, ayudando a mitigar el calentamiento global, y que por medio de una ciencia llamada dendrocronología permite reconstruir el clima. En Chile, es monumento natural desde 1976 y su tala está prohibida.

En el patio de la casa de Liliana, en Valdivia, un alerce que plantó hace veinte años debe medir unos cuatro metros. En su hábitat natural, en ese mismo período su altura alcanzaría un metro, con suerte un metro y medio.

— Cuando llegan las primeras lluvias de marzo, soy la persona más feliz del mundo. Me encanta el verano, pero una de las grandes amenazas que tenemos en la reserva son los incendios forestales. Cuando hay material combustible, cualquier chispa de un cable o de un cigarro puede producir una gran catástrofe. Por eso la lluvia es mi mejor amiga.

En 2023 entrevisté a Liliana y otros investigadores para una nota que publicó el diario El Mercurio sobre los efectos del cambio climático en las precipitaciones en el sur de Chile. En un arranque creativo sin precedentes, el editor de la nota la tituló “Los valdivianos se mojaban más”.

Liliana hizo su tesis de pregrado de Ingeniería Forestal sobre la variación de la temperatura y las precipitaciones en el sur de Chile. Para eso recopiló datos de estaciones meteorológicas entre 1931 y 2001.

La nota explicaba que a principios del siglo XX llovía en Valdivia una media de 2.300 milímetros al año, 540 mm más en promedio que a inicios del siglo actual, y que esta disminución del volumen del agua caída era una consecuencia del cambio climático. Ahora, en su rol de administradora de la Reserva Costera Valdiviana, Liliana ha percibido de cerca estos efectos.

— Los datos de la reserva nos muestran un aumento de la temperatura y una disminución de la precipitación, que además es mucho más variable. Antes las lluvias eran parejas, en cambio ahora hay lluvias que provocan inundaciones. Son eventos grandes que se concentran en períodos cortos. El suelo no es capaz de drenar esa lluvia, entonces ocurren escurrimientos donde se desliza la materia orgánica, afectando toda la biodiversidad de la reserva.

Sigo con la duda de si Valdivia es el sitio más lluvioso de Chile. Le pregunto a Liliana si tiene una respuesta.

— Hay lugares de la reserva en que en las partes altas hemos registrado cuatro mil milímetros de precipitación –dice.

— Pero ahí no vive nadie –le respondo. — Sólo los árboles.

*

En Valdivia tenemos la costumbre de bautizar los eventos culturales y deportivos con nombres relacionados con la lluvia: Torrencial (carrera de trail running), Aguacero (festival de cómics), Lluvia de Teatro (festival de teatro), Festival de los Paraguas (música en vivo), Lluviosa (festival de música organizado por mujeres).

Desde 2017 existe un concurso de relatos que también lleva la palabra lluvia, pero que prohíbe a los participantes mencionarla o incluir un sinónimo. El concurso se llama En Valdivia no llueve y fue creado por la librería Los Libros del Gato Caulle.

— Nos dimos cuenta de que la lluvia está demasiado presente en todas las manifestaciones artísticas de la ciudad, entonces este requisito nació como un juego para darle una característica al concurso –cuenta Diego Corvera, escritor y librero de Los Libros del Gato Caulle.

¿Alguna vez llegó un relato que mencione la palabra? – Alguna vez sí y quedó inmediatamente eliminado.

*

El 4 de mayo de 2024, después de un año de llegar a vivir a Valdivia, el climatólogo Manuel Suazo tomó una mala decisión: se fue caminando desde su casa hasta su trabajo como estudiante de postgrado en el Laboratorio de Dendrocronología y Cambio Global de la Universidad Austral de Chile.

Mientras cruzaba el puente Pedro de Valdivia, se largó el aguacero más impresionante que había visto en sus veinticuatro años de vida. Después supo que ese 4 de mayo cayeron en Valdivia 120 milímetros de lluvia – 120 litros por metro cuadrado -, el siete por ciento de lo que llueve en un año. Si juntáramos toda esa agua en una piscina, nos cubriría los pies hasta los tobillos.

– Desde ese día ando para todos lados con la capa de agua y mi cubremochilas – cuenta esta tarde de septiembre.

Si Manuel Suazo fuese meteorólogo y no climatólogo, habría llamado un Uber. Los meteorólogos pronostican lo que sucede en la atmósfera a corto plazo, por lo tanto, saben si mañana va a llover, en cambio los climatólogos estudian las tendencias a largo plazo.

Suazo creó una cuenta de Instagram – @el_lluviologo – para hacer difusión sobre climatología y ciencias de la atmósfera. En una de sus publicaciones explica que Valdivia es la ciudad más lluviosa de Chile en promedio, aunque hay lugares donde llueve con mayor intensidad.

– En Puerto Aysén hay registros de años en que ha llovido cuatro mil milímetros, más del doble que en Valdivia. Pero no hay suficientes datos continuos para asegurar con certeza estadística que es el lugar más lluvioso de Chile –dice hoy.

Le pregunto cómo el cambio climático afectará las precipitaciones en Valdivia en los próximos años y explica que las proyecciones hablan de una disminución de un diez por ciento, lo que afectará la disponibilidad de recursos hídricos y la biodiversidad de bosques, ríos, humedales.

– Si disminuye la entrada de agua, les va a costar más vivir a toda la biodiversidad que existe en el lugar. Y que llueva menos además hace que los incendios forestales tengan condiciones más favorables para propagarse.

El lugar más lluvioso del planeta según los registros es un pueblo de montaña ubicado en el noreste de la India.

– Mawsynram es como una Valdivia tropical – señala Manuel Suazo –. Tiene los cerros a un lado, la costa al otro lado y les llega la lluvia básicamente como nos llega a nosotros, pero como está en el trópico llueve mucho más.

El promedio anual de precipitaciones allí es de 11.871 milímetros.

Es verdad que en Valdivia llueve bastante, pero no se compara con Mawsynram, el lugar más lluvioso del mundo, donde anualmente cae desde el cielo 7 veces más agua que en la ciudad de la lluvia.

LOS AUTORES

Rodrigo Obreque Echeverría

Rodrigo Obreque Echeverría

(Angol, 1975) es periodista y licenciado en Comunicación Social de la Universidad Austral de Chile. Cursó un Magister en Comunicación Estratégica; diplomados de Escritura Narrativa de No Ficción, Periodismo Narrativo Latinoamericano y Edición Periodística, y talleres con destacados y destacadas cronistas como Roberto Herrscher, Leila Guerriero, Josefina Licitra, Julio Villanueva Chang y Juan Pablo Meneses. Vive en Valdivia, donde fue corresponsal del diario El Mercurio. Es representante en Chile de la Fundación de Periodismo Patagónico. Ha publicado crónicas y perfiles en revistas y diarios del sur de Chile y Argentina. Es coautor y editor de los libros “Gente de los Ríos” (2008), “XIV. Crónicas de la Región de Los Ríos” (2021) y “Afluentes narrativos (2023). Desde el año 2023 dicta el Taller de Periodismo Narrativo en la Escuela de Periodismo de la Universidad Austral de Chile y en 2024 impartió el Seminario de Introducción al Periodismo Narrativo en la Diplomatura en Narrativas Creativas de No Ficción de la Universidad Nacional de Río Negro, Argentina.

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *