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Historias detrás de la casona de El Llolly

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Por Marcelo Patroni Prado

Todavía no cesan en las calles de todo Chile la algarabía y las celebraciones de los hinchas de Colo Colo tras salir campeón en la temporada 2024 y alcanzar su trigésimo cuarta estrella. Un logro que dejó exultantes de alegría a los seguidores del Cacique, más aún al superar, en una dramática definición en la última fecha, a su rival más enconado, la Universidad de Chile. Los miles de fanáticos albos disfrutaron, a través de la televisión digital, de las peripecias de Vidal y compañía gracias a la transmisión del partido, que se disputó en el Estadio Luis Valenzuela Hermosilla de Copiapó.

Antes del encuentro, ninguno de los futboleros tuvo entre sus preocupaciones una posible inestabilidad en la transmisión de la energía eléctrica, puesto que el servicio que presta la empresa SAESA en la zona asegura el suministro eléctrico con un mínimo de variación en el voltaje. Incluso, cuando ello llega a ocurrir y se produce algún daño en los aparatos, hay todo un sistema que permite a los usuarios reclamar por la devolución del dinero por los perjuicios registrados, lo que generalmente ocurre cuando hay alzas de voltaje producto de las tormentas que suelen azotar el sur del país durante los meses de invierno y primavera.

Colo Colo 73’

Seis de junio de 1973. En el Estado Centenario de Montevideo, Uruguay, se disputa la final de la Copa Libertadores de América, entre el campeón argentino Independiente de Avellaneda y el cuadro más popular del fútbol chileno, Colo Colo.

Ambos equipos habían empatado a un gol en el partido de ida disputado en el estadio La Doble Visera en Argentina y no se hicieron daño al empatar a cero en el encuentro disputado en el Estadio Nacional, de Santiago de Chile. Ambos cuadros se jugaban la vida en el encuentro definitivo en la capital charrúa.

Ese mismo día, en la localidad de El Llolly, ubicada a treinta y dos kilómetros al noreste de la comuna de Paillaco, en la ruta T-625 que va hacia Futrono, Región de Los Ríos, Francisco Pincheira, antiguo trabajador del fundo que existía en la localidad, se apresta a tomar todos los recaudos para ver la finalísima en su televisor blanco y negro, recientemente adquirido. Se había coordinado con varios vecinos para esperar el partido al son de algunos vinos y una parrilla que chirriaba en el patio de su casa. Con antelación se había preocupado de solicitarle a Alfredo, el encargado de mantener en buen funcionamiento la turbina ubicada en el fundo y que surtía de energía eléctrica a todas las viviendas del caserío rural, para que cerrara una de las esclusas del canal que llevaba las aguas del río Llollelhue hasta la pequeña central, y así asegurar la estabilidad de la electricidad a la hora del encuentro y no perderse detalles de la gran final, ya que estaba seguro que sus ídolos Véliz, Caszely y Valdés lograrían el triunfo ante el cuadro de Avellaneda. La historia dirá que finalmente Independiente se coronará campeón al vencer a Colo Colo por dos goles a uno.

Fundo El Llolly

El fundo El Llolly fue establecido en el Siglo XIX como una hacienda dedicada a la agricultura y ganadería, y poco a poco, se fue consolidando como un importante foco de desarrollo para la pequeña localidad.

De acuerdo con información que hoy existe en la casona del lugar, antes casa patronal y hoy convertida en Centro Cultural, la toponimia de El Llolly significa “embudo del agua” ya que se cree que en los remansos del río LLollelhue, las comunidades huilliches que habitaban en el territorio habrían capturado peces con un elemento con una boca con forma de embudo conocido como “llolle”.

El primer propietario del fundo fue Eugenio Errázuriz, quien construye la casona como casa patronal a finales de la década de los años veinte del siglo pasado, al igual que la turbina de la que hablaba el relato de la final de la copa Libertadores de América de 1973. A principios del año 1940 el fundo pasó a manos de Osvaldo Hoffman, quien crea una pulpería en la zona e incorporó nuevas técnicas para el desarrollo agropecuario.

En 1954 el fundo nuevamente cambia de dueño y sus nuevos propietarios son la Sociedad Agrícola Italiana, compuesta por los socios Pasti, Neri y Guillona, quienes compran la propiedad, incluida la casona, y una extensión de terreno de mil ochocientos setenta y seis hectáreas.

Los vaivenes de los agitados años de1970 hacen que el fundo pase a ser parte del proceso de reforma agraria comenzado por el presidente Eduardo Frei Montalva y continuado por la administración del presidente Salvador Allende, quien expropia el fundo y pasa a dar forma al asentamiento Luis Emilio Recabarren, dividiéndose el terreno en diferentes lotes que fueron asignados a los antiguos trabajadores del fundo.

Toda una vida en el Fundo

Tras el golpe militar de 1973, algunos terrenos son devueltos a sus dueños y el resto se mantiene en manos de los extrabajadores, quienes hasta el día de hoy habitan en la localidad, como es el caso de Francisco Pincheira y su mujer, Luisa Nora Riquelme, quienes llegaron al lugar en el año 1970, cuando existía en el lugar una granja estatal que después pasó a formar parte del asentamiento.

Francisco comenta que en esos años la turbina existente en el lugar todavía funcionaba, en forma muy inestable, y era común que aparatos de radio o televisores sufrieran daños por las repentinas alzas de voltaje.

— El caudal de agua del río Llollelhue no era estable, por eso en verano bajaba o cuando había fuertes lluvias se juntaba mucha agua y eso hacía que el generador entregara más energía y a veces se quemaban los equipos. Por eso, cuando había partidos de la Copa Libertadores había que tener la precaución de juntar agua para que la turbina funcionara en forma estable y así el generador entregara una energía sin variación de voltaje. Entonces había que cerrar una compuerta y a la hora del partido se largaba el agua para tener luz para la tele —, nos explica.

La turbina y el generador eran de marca Siemens, traídos directamente desde Alemania hasta el puerto de Corral, para luego ser trasladados por tierra hasta el fundo. La instalación permitía entregar energía eléctrica a todas las casas del sector y dejó de funcionar el año 1978. Hasta ese momento, la luz era gratis y sólo había que preocuparse de darle dinero a una persona que estaba a cargo de la mantención del generador y de la limpieza del canal de alimentación de la turbina.

— Acá también había una lechería grande, una bodega de tres pisos y un establo, además de la casa patronal —, indica Francisco, quien recuerda que posteriormente la bodega fue desarmada.

— La bodega estaba construida a base de vigas de pellín de 6 metros y para tener ese tamaño esas vigas eran de árboles de unos 90 años, y estaban impecables, sin polillas, nada. Eran maderas eternas que después sirvieron para hacer otras casas en el sector.

Luisa relata que había historias de cosas extrañas que ocurrían en la casona.

— A veces me daba miedo estar sola en la cocina porque era muy grande, pero yo nunca vi nada raro. Había un chico que tenía una radio comunitaria también en la casona y decía que sentía que las puertas se cerraban y como que había una presencia media diabólica, pero yo no vi nada parecido.

Entre los relatos que circulaban estaba la creencia de que había una serpiente gigante, una cabeza del diablo escondida en el sótano y que se escuchaba el llanto de una guagua, pero para Luisa no eran más que habladurías que inventaba la gente, sobre todo, en el tiempo en que la casona permaneció desocupada.

Han pasado casi 50 años desde que el matrimonio se asentó en El Llolly, y más allá de llantos fantasmagóricos, radios quemadas y un generador inestable, ambos recuerdan con añoranza los años en que toda la comunidad del sector era surtida con energía de una pequeña turbina instalada al interior del fundo, cerca de la ribera del río Llollelhue, que hacía llegar el agua a través de un canal, que estaba en declive, por lo que el líquido corría sin problemas hasta golpear las aspas de la turbina que giraba por la fuerza del agua y hacía llegar la energía hasta el radiador Siemens, que a su vez producía la electricidad que permitía que las familias del sector pudieran tener luz gratis. No como hoy en que el valor de la electricidad está por las nubes y ha obligado a las autoridades a adoptar medidas de mitigación, como es el caso del subsidio eléctrico.

La casona de El Llolly

Sin lugar a duda que la antigua casa patronal de El Llolly, conocida popularmente como la casona, es uno de los elementos que marca la identidad del sector, junto con el cuartel de la Segunda Compañía de Bomberos y el Liceo Técnico Agrícola Radio 24.

De acuerdo con la información proporcionada por el sitio web de la Asociación Patrimonial Cultural de Los Ríos, www.apcregiondelosrios.cl, la casona fue construida en 1920 y funcionó como casa patronal hasta la década del setenta, época en que pasa a ser un bien común del asentamiento Emilio Recabarren.

En forma posterior, albergó a la Escuela N° 205 que pasó luego a denominarse Escuela Rural El Llolly. El plantel funcionó en esas instalaciones hasta el año 2002, cuando se construye la nueva escuela, contigua a la casona, donde funciona en la actualidad.

Desde ese momento, la casona quedó abandonada y comenzó su lento deterioro.

Las cosas comienzan a cambiar en el año 2013, cuando la estructura es declarada monumento histórico nacional a raíz del Decreto número 26 de la ley de Monumentos Nacionales.

La desgracia llega dos años más tarde, cuando la antigua casa patronal fue destruida por un incendio que dejó convertido en escombros todo el patrimonio histórico y arquitectónico.

Rápidamente, la comunidad paillaquina se puso en movimiento para recuperar la casona, y fue así como en un esfuerzo multisectorial se logró reconstruir el inmueble, rescatando su estilo arquitectónico y señorial que le han dado fama.

El proyecto contó con aportes del Gobierno Regional de Los Ríos, la Municipalidad de Paillaco, además de fondos público y privados, que bordearon los mil millones de pesos.

Las puertas del remozado recinto fueron abiertas al público en el año 2018, y en sus instalaciones hoy funciona la Corporación Cultural de Paillaco, transformándose en un lugar de encuentro, aprendizaje y de sentido de identidad para la comunidad.

Nicol Álvarez es la encargada de la entidad cultural. Nos comenta que la casona es visitada durante todo el año por estudiantes de diferentes planteles educacionales de la región. El recinto cuenta con una sala multiuso para diferentes talleres artísticos y culturales, un espacio para la radio comunitaria con implementación y equipos, además de guardería con mobiliario para que niñas y niños puedan sentir que hay un lugar pensado en ellos. Tiene una biblioteca con decenas de libros, que han llegado a través de donaciones de personas interesadas por el patrimonio y también de la dirección de bibliotecas a nivel nacional.

El público visitante puede recorrer sus salones y descubrir toda la historia del fundo, de la turbina, la lechería y la casona, lo que transforma a El Llolly en un lugar donde es posible encontrar parte importante del patrimonio histórico de la comuna de Paillaco.

Dentro de los proyectos que se vienen está la recreación de la vida al interior de la casona, muy similar a las escenas que existen en el Museo de Sitio del Castillo de Niebla.

— La idea es dar vida a varios rincones de la casona, para que la gente pueda ver cómo era la vida a principios de siglo. Que vea como se almacenaban los alimentos, cómo eran las habitaciones, los salones de la casa patronal de ese momento—, agrega Nicol.

Reconstrucción

En el libro “15 proyectos de Restauración”, del programa Puesta en Valor del Patrimonio del Ministerio de Obras Públicas, año 2012, existe una gran y muy detallada información sobre los trabajos de restauración de la casona de El Llolly.

En sus páginas se lee que el proyecto de rehabilitación del inmueble fue gracias la realización en su momento de mesas regionales donde se identificó el patrimonio no reconocido legal- mente, entre los que se encontraba la casona de El Llolly. Ello permitió la declaración de monumento arquitectónico nacional al año siguiente y abrió las puertas para futuros presupuestos.

El texto indica que la casona será el hito patrimonial de la comuna de Paillaco funcionando como un centro comunitario, cultural y turístico, en la cual se identifican siete objetivos estratégicos, agrupados en cuatro dimensiones. Entre ellos los objetivos culturales, donde se plantea rescatar la infraestructura como un patrimonio histórico, social y productivo del sur de Chile y potenciar el desarrollo artístico, cultural en la localidad y la comuna.

Entre los objetivos sociales se menciona fortalecer la participación de la comunidad en la gestión de las actividades de la casona, como una forma de convocar a los habitantes del sector a involucrarse en apoyar la realización de actividades culturales y de extensión en el lugar.

Dentro de los objetivos económicos se menciona gestionar los recursos para financiar gastos de operación, mantención e inversión de la casona.

Finalmente, entre los objetivos comunicacionales, se menciona posicionar la casona como un destino turístico, incorporándola dentro del circuito “Cuenca del Lago Ranco”, como también transformarla en sede para la realización de eventos de distinta índole.

Historias de Margarita

Margarita Vega llegó en 1990 a El Llolly y en 1998 se casó con un “llollyno”. Hoy trabaja en el Centro Cultural de la casona y tiene registrado en su memoria prácticamente toda la información sobre el fundo, la turbina, la casona y todo lo que tiene que ver con la localidad. Además, hace ocho años es presidenta de la junta de vecinos del lugar.

Cuenta que inicialmente la casona tenía 27 dormitorios y tres baños, para albergar a la familia Errázuriz, que fue la que primero habitó el lugar.

— Abajo había un subterráneo, que desconozco para qué lo usaban, pero a través de los tiempos se fueron generando diferentes tipos de historias como que ahí los dueños tenían un culebrón, una cabeza del diablo.

Margarita agrega que:

— A medida que fui creciendo, estuve escuchando estos relatos, que eran contados por los antepasados del lugar que ya no están en este mundo, que ya están descansando. Decían que aquí había un perro negro que se aparecía en las noches y también había un culebrón y eso era lo que les permitía a los dueños generar dinero. Los trabajadores del fundo decían que los propietarios tenían recursos porque algo raro ocurría en la casona, pero con el paso del tiempo esas historias se fueron olvidando.

También comenta que esos relatos asustaban a los niños que estudiaban en la escuela cuando el plantel educacional funcionó en la casona.

— Después la casa quedó totalmente abandonada, y ahí solían contar que se escuchaba el crujido de las escaleras, que había duendes, que se sentía llorar una guagua y cosas por el estilo. Sin embargo, de los cinco años que trabajo aquí no he escuchado nunca nada raro. Es normal que la casa cruja, pero eso no me da miedo. Yo le tengo miedo a los vivos, a las personas, porque el mundo está tan malo hoy en día que de verdad da miedo.

Indica que se siente feliz de trabajar en la casona y del trabajo de reconstrucción que se realizó, porque se logró recuperar la arquitectura de la casa y transformarla en un centro cultural, que hoy es el lugar de encuentro de la comunidad.

Estos relatos explican lo que fue el pasado glorioso del fundo El Llolly, donde se desarrolló la industria agropecuaria con el aporte de colonos europeos y familias chilenas adineradas que llegaron hasta la localidad en busca de una vida mejor. Ellos dejaron su legado como las bodegas, la turbina o la casona, que hoy es posible visitar gracias al trabajo mancomunado de las autoridades y de la gente de la localidad, quienes hicieron un gran trabajo de reconstrucción para dejar la nueva casona de El Llolly como un legado para resguardar el pasado arquitectónico e histórico de esa pequeña localidad rural de la comuna de Paillaco.

LOS AUTORES

Marcelo Patroni Prado

Marcelo Patroni Prado

(Valparaíso, 1966) es profesor de Lenguaje, Periodista y Licenciado en Ciencias de la Comunicación, carreras cursadas en la Universidad Austral de Chile. Es diplomado en Comunicación Estratégica, Relaciones Internacionales y Pedagogía Universitaria, y tiene estudios de Magíster en Comunicación. Cuenta con una larga trayectoria en el área de las comunicaciones. Su carrera profesional la inició como redactor comercial en El Diario Austral de Valdivia, para luego asumir como reportero gráfico y finalmente periodista en el mismo medio. Igualmente, fue corresponsal de los diarios El Mercurio y Las Últimas Noticias. Creador de medios regionales como las revistas Valor Agregado y Región 14, también ha tenido una destacada trayectoria en el ámbito docente, ya que ha realizado clases en diferentes carreras en la Universidad Santo Tomás, sede Valdivia. Igualmente, ha incursionado en el periodismo institucional como jefe de Comunicaciones del Gobierno Regional de Los Ríos. En el año 2004 fue redactor, junto al consultor Esteban Marinovic, del libro “Agenda Pactada: un proceso inconcluso”, publicación financiada con aportes de Codeproval. Amante de la música, de la gastronomía y la lectura, es padre de tres hijos y tiene tres nietos, por ahora. Es cofundador, junto a su pareja, de la empresa Puerto Colonos, elaboradora de productos gourmet, labor que complementa con asesorías a instituciones públicas y privadas.

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